Violencia política sexual: el cuerpo como botín de guerra y lugar de dominación

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Un medio de fuerza y control aplicado desde la dimensión sexual principalmente sobre mujeres y disidencias sexuales, y que se ha desplegado por parte de agentes del Estado en el marco de la represión a las movilizaciones sociales de las últimas semanas. Eso es la violencia política sexual (VPS), práctica denunciada activamente por agrupaciones feministas y que tiene su correlato desde el periodo dictatorial a la actualidad y que, como advirtió la académica de la Facultad de Ciencias Sociales, Svenka Arensburg, «tenemos que darle nombre».

“En sus 9 años de historia, el INDH ha presentado 33 querellas contra carabineros por torturas sexuales. 17 de ellas se presentaron sólo en los últimos 19 días (17 de octubre al 5 de noviembre)”, plantea una gráfica informativa emanada esta semana por parte del organismo independiente, evidenciando que hoy la sociedad está frente –en el marco del contexto de represión a las movilizaciones sociales- a una oleada de represión específica: la violencia política sexual (VPS).

“Nos llevaron al cuartel, nos hicieron sacarnos toda la ropa, y nos mojaron (…) Tenían a mujeres, a menores de edad, hombres sin ropa”; “nos hicieron desnudarnos y hacer una sentadilla para verificar que no tuviéramos nada escondido en nuestros genitales”; “los ‘pacos’ me botaron de una camioneta después de estar dos horas violándome”; y “entre dos carabineros me bajan los pantalones, me bajan mi ropa interior y me agreden sexualmente”, son parte de los testimonios públicos dados a conocer por hombres y mujeres que han recibido este tipo de violencia.

La encargada del Observatorio de la Dirección de Igualdad de Género de la U. de Chile y especialista en la materia, Svenka Arensburg.

Como explicó la encargada del Observatorio de la Dirección de Igualdad de Género de la U. de Chile y especialista en la materia, Svenka Arensburg, la VPS “es un medio de fuerza para mantener la dominación genérica, por ende, no tiene que ver con el deseo sexual de alguien, sino más bien es el modo de ejercer una soberanía sobre el cuerpo de otro, donde esa dominación tiene que ver con tratar al otro como mera carne”.

En palabras de la antropóloga feminista Rita Segato respecto a una de las formas de despliegue de la VPS, “la violación es una forma extrema de acción de poder, de un acto de dominación sobre el cuerpo de una persona, sea hombre o mujer”, donde “la agresión es por medios sexuales pero la finalidad no es sexual, sino que es de dominación”.

Es además, como señaló la también académica de la Facultad de Ciencias Sociales en entrevista con el programa “Sintoniza Género” de Radio Universidad de Chile, “una herramienta de femenización bajo el imaginario de que lo femenino es lo humillante en las relaciones de género”, motivo por el cual se ejerce principalmente “sobre cuerpos feminizados en todo su espectro y complejidad”.

Una expresión del terrorismo de Estado

Como contextualizó la profesora Arensburg, la VPS “es un medio ocupado desde siempre por colonizadores, en guerra, en dictadura, en conflictos armados, y horrorosamente también la vemos durante estos días ocupados por las fuerzas represivas del Estado”, motivo por el cual, enfatizó, “estamos hablando de terrorismo de Estado”. Esto porque se constituye como “un método para aterrorizar a la persona que la sufre”, pero no sólo eso: es también a toda la población, particularmente a las mujeres”.

Como indicó en el mismo espacio radial la abogada de Corporación Humanas, Camila Maturana, la VPS es “una forma de enseñarnos a las mujeres cuál es nuestro lugar de subordinación, y cuál es el espacio donde debemos desenvolvernos y que no podemos transgredir, y cuando ese espacio es transgredido por alguna mujer, todas vamos a hacer castigadas”. Así, prosiguió, “hay un recordatorio, un mensaje sobre ese lugar de subordinación y que el cuerpo de nosotras las mujeres es un territorio a ocupar”.

En otras palabras, “es un modo de sanción en términos de los ideales conservadores del ser mujer”, como complementó la profesora Arensburg, ejemplificando el despliegue de esta práctica en momentos como las movilizaciones estudiantiles donde el mensaje de fondo, según planteó, es “‘tú, cabra de mierda, qué haces en la calle cuando deberías estar en la casa, deberías estar estudiando”.

Dicho despliegue ha sido denunciado en Santiago por actores como Observadores de DD.HH. de Casa Memoria José Domingo Cañas, donde según sus informes emanados desde su trabajo de campo han podido constatar que “las personas que han sido detenidas, en especial menores de 18 años, han sido objeto de abuso sexual y conculcación de sus derechos, tales como desnudamientos forzados en comisarías, flexiones, posiciones forzadas y agresiones sexuales”.

Ante tal envergadura, advirtió Camila Maturana, “no es aceptable que las autoridades no condenen y no repudien. Aquí no basta con decir que cuando llegue una denuncia la vamos a hacer llegar a las instituciones competentes (…) porque estos no son solamente hechos individuales, lo son, son delitos, sin duda, pero esta es una cuestión política: es violencia política contra las mujeres”.

Ante esto recién este martes 5 de noviembre, el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género informó la conformación de “un equipo de especialistas para acompañar denuncias de violencia sexual”, luego de una serie de cuestionamientos y críticas a la ausencia de dicha cartera en la visibilización de estas experiencias.

Una violencia a nombrar, visibilizar y no naturalizar

Como plantean a partir una campaña informativa desde la articulación de organizaciones “Memorias de Rebeldías Feministas”, la VPS no sólo implica la agresión física propiamente tal, sino que también considera otro tipo de despliegues como “la obligación de desnudarse durante la detención, agresiones verbales con connotaciones sexuales, amenazas de violaciones, tocaciones y manoseos, la orden de realizar labores asociadas al género femenino (limpiar, cocinar, etc)”, entre otras expresiones.

Asimismo, plantearon, este tipo de violencia que “hoy sufrimos las mujeres y estudiantes durante las detenciones en las manifestaciones, no son más que el fiel reflejo de la impunidad de la violencia política sexual o tortura sexual que fue ejercida sobre nosotras durante la dictadura”.

Para Karen Vergara, directora zona centro de ONG Amaranta, en este contexto “el rol de los feminismos debe ir enfocado en la denuncia, la movilización y también el trazado testimonial de lo que estamos viviendo. No podemos permitir que la historia la vuelvan a escribir otros a su antojo”.

Así, otro aspecto a considerar como advirtió la profesora Arensburg es la reparación. “El problema es que la VPS en contexto de terrorismo de Estado tiene consecuencias gravísimas en las personas. Son daños que en lo físico pueden desaparecer, pero en lo psicológico perduran, por eso el rol profesional de la salud mental es tan importante porque las secuelas emocionales y psicológicas son bastas y complejas, y apuntan a todos los espectros de la vida cotidiana a largo plazo”.

Desde la campaña de Memorias de Rebeldías Feministas buscan generar acompañamiento en período de crisis en el caso de las mujeres que lo requieran, proceso que se desarrollará en conjunto a los observadores de DD.HH de Casa Memoria de José Domingo Cañas. Para acudir a esta agrupación el correo habilitado es vps_pluri@zohomail.com. En tanto, en ONG Amaranta están recibiendo casos de acoso, burla, violación y cualquier ataque de tipo sexual hacia mujeres y comunidad LGBTI para aportar construyendo un registro testimonial y a la vez derivando a las víctimas directamente a las instituciones que podrán orientarlas para realizar otro tipo de acciones. Esto al correo voces@amarantas.org.

Desde la Asociación de Abogadas Feministas (ABOFEM), están brindando asesoría gratuita en caso de detenciones y de VPS, con el correo cdh@derecho.uchile.cl como medio de contacto. A esto se suma el trabajo que está desarrollando la Defensoría Jurídica de la Facultad de Derecho de la U. de Chile, quienes trabajan articuladamente con ABOFEM.


Texto: Francisca Palma.
Fotografías: Felipe PoGa.
Infografías: gentileza organizaciones e INDH.