Carla Bastías, jefa del Laboratorio de Inmunología HCUCH: «No me cabe duda que el Hospital Clínico ha marcado la pauta nacional en relación al VIH»

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En 2017 y ante la explosiva alza de nuevos casos de VIH en el país, la inmunóloga junto a otros especialistas del Hospital Clínico de la U. de Chile (HCUCH), salieron a enfrentar una epidemia que ellos mismos veían cómo empeoraba día a día. Así fue como empezaron a realizar testeos masivos y gratuitos, poniendo a disposición de la ciudadanía no sólo la posibilidad de diagnóstico sino también de educación sobre el tema. Hoy, la especialista lidera los testeos masivos que nuestro plantel está realizando en todos sus campus en el marco de la campaña «El VIH no discrimina», y mira el rol pionero que el HCUCH ha tenido en la prevención del virus en Chile como un logro, pero también como un desafío en el que hay que seguir trabajando.

Nació en Talcahuano y creció en el norte del país. Allá estudió Medicina en la Universidad de Antofagasta. El 2008 cuando egresó como medica cirujana, ya tenía bastante claro que quería ser inmunóloga. Y fue, de hecho, durante su paso por pregrado, que la Dra. Bastías tuvo sus primeros acercamientos con pacientes que vivían con VIH, de la mano de la Dra. Marcela De Andraca, entonces la única inmunóloga que había en la ciudad.

Tras su egreso, se vino a Santiago a hacer la Beca de Inmunología en la U. de Chile, y entonces se incorporó al Hospital Clínico de nuestro plantel, el único centro formador en Inmunología del país.

“Llegué en abril de 2009 y apenas llegué sentí que estaba en el lugar correcto”, recuerda hoy la Dra. Carla Bastías, jefa del Laboratorio de Inmunología del HCUCH.

El interés por el VIH que venía de la época universitaria, se consolidó con la llegada al Hospital Clínico, donde conoció al Dr. Alejandro Afani, inmunólogo, director del Centro de VIH del Hospital, y quien es uno de los especialistas más reconocidos en VIH en Chile, con quien pronto comenzó a trabajar.

El 2012, tras concluir la beca, le ofrecieron quedarse trabajando en el Hospital y al año siguiente, al quedar vacante la jefatura del Laboratorio de Inmunología, quedó ella en el puesto.

Justo en estos años en que usted se incorpora al Hospital y empieza a trabajar con VIH empiezan a pasar muchas cosas en este tema, tanto a nivel social como en la parte clínica: el avance en las terapias, la investigación, el alza de los nuevos casos en el país, la baja a nivel mundial….

Esa es una de las cosas más interesantes probablemente del VIH, porque es una enfermedad que ha ido cambiando a través del tiempo. Por ejemplo, yo ya he visto pasar muchas generaciones de fármacos y toxicidades, y cómo vemos el VIH hoy y cómo lo tratamos es totalmente distinto que hace cinco años atrás. Ya casi no hay toxicidades por los fármacos. Yo vi pacientes tomarse quince fármacos al día y hoy se toman uno. Esa historia y lo que uno vivió con los pacientes nos enriquece clínicamente y como persona también, porque una se encariña mucho con ellos. Uno ve la historia de una enfermedad a lo largo del tiempo, y a su vez, uno se va haciendo responsable socialmente de todo lo que ocurre con la enfermedad.

Y esa responsabilidad social, ¿cómo se ha traspasado a este trabajo?

Bueno, ahí surge todo este otro tema que nosotros hemos ido impulsando. En el Laboratorio de Inmunología, junto con el Laboratorio de Medicina Molecular, y con el Dr. Afani, siempre hemos sido muy críticos –independiente del gobierno de turno–, de cómo han sido los programas preventivos de VIH, de cómo son los programas de diagnóstico de VIH en Chile, porque claramente estamos atrasados y hay que modernizarlos. No puede ser que un diagnóstico confirmado de VIH se demore hoy en Chile quince a veinte días hábiles, siendo que uno podría tener el diagnóstico de VIH confirmado en dos días. Una semana, como mucho. De eso hemos sido críticos, porque vemos, y la evidencia científica lo avala, que mientras más precoz es el diagnóstico y tratamiento, los pacientes andan mucho mejor, y, por lo tanto, los objetivos finales de mantener al paciente sano son más rápidos y se logran de mejor forma. Y además uno va previniendo los nuevos contagios.

Ustedes fueron testigos de cómo la epidemia explotó en los últimos años.

Todo lo que venía ocurriendo se hizo súper crítico a fines de 2016-2017, cuando salen las notificaciones de la ONU señalando que Chile había aumentado los nuevos casos por VIH y que el porcentaje de aumento de VIH era súper elevado, pero nosotros sabíamos que eso venía pasando desde hace un tiempo.

¿Ustedes se daban cuenta acá en el Hospital de la situación estaba empeorando?

Sí, claro. Cuando yo empecé a ejercer como inmunóloga, el año 2012-2013, la principal preocupación era que los pacientes llegaban en etapas muy tardías al tratamiento. Llegaban muchos pacientes en etapa SIDA, o con enfermedades oportunistas, con CD4 muy bajos, por lo tanto, los objetivos finales de lograr la indetectabilidad y que el paciente estuviera sano eran mucho más difíciles de lograr y con muchas más trabas, porque a los pacientes más enfermos les cuesta más mejorarse. Esas eran las primeras preocupaciones, pero además se sumaba que cada vez veíamos más jóvenes, niños y adolescentes infectándose, mujeres que se infectaban en sus casas con sus parejas. Las estadísticas internacionales y nacionales, vinieron a comprobar algo que nosotros clínicamente veníamos viendo hace mucho rato.

¿Entonces surge la idea de salir a intervenir más públicamente?

Sí, y yo te diría que fue en una conversación muy coloquial entre la gente del equipo que dijimos ‘algo hay que hacer, no podemos seguir teniendo estas tasas de infección tan altas sin hacer nada, nosotros somos un hospital universitario, tenemos que mostrar que podemos hacer algunos cambios’. Ahí surge la primera campaña de testeo rápido en 2017.

De ahí en adelante, es indudable que ustedes fueron un actor principal en la instalación de los Test Rápidos de VIH en el país.

Nosotros marcamos la pauta y en nuestras mentes médicas nunca pensamos en lo que esto se iba a convertir desde el punto de vista mediático, y en lo que significó como cambio en el país. Desde que hicimos la primera campaña de testeo masivo, uno de nuestros objetivos era que el gobierno se diera cuenta, que la comunidad se diera cuenta y que el resto de la comunidad científica se diera cuenta, que esto era fácil de hacer. Y a mí no me cabe duda que lo que nosotros hicimos como Hospital Clínico ha marcado la pauta nacional en relación al VIH, al testeo masivo, a las directrices que posteriormente generó el Ministerio de Salud para el testeo rápido de VIH y para todos los cambios que probablemente se vienen en el diagnóstico de VIH.

O sea, se hicieron cargo de impulsar un carro que nadie terminaba de enfrentar.

Todo el mundo está preocupado del alza de VIH, todo el mundo dice que hay que hacer cosas, y lo que hicimos con el Test Rápido de VIH fue eso: meter las manos y empezar a hacer cosas. Desde el punto de vista epidemiológico hay que hacer muchos tests rápido para encontrar uno reactivo, pero al menos esto ha marcado la pauta de que hay que acercar el diagnóstico a la población, hay que simplificarlo, agilizarlo y hay que perderle el miedo. A través de estos operativos no sólo se logra encontrar personas reactivas, sino que se logra acercar el diagnóstico, y desestigmatizar la enfermedad.

Pese a que el VIH ha cambiado mucho en estos años, aún existe un gran estigma social respecto al virus, y se ve que es todavía complejo para la gente acercarse y hacerse el test, ¿cómo lo ve usted?

Tener VIH significa emociones. La principal forma de contagio es vía sexual. Por lo tanto, saber si uno tiene VIH significa conductas de la vida personal, parejas, sentimientos, que pueden cambiarte el curso de las cosas. Eso por una parte. Por otra, está el estigma de la enfermedad. Uno dice VIH y se sigue pensando que la gente se muere, que los personas con VIH son delgadas, enfermas, y ya no es así. La enfermedad ya no es lo que era antes, pero el estigma permanece, y todo eso hay que irlo desmitificando con educación y apertura. Y lo digo, porque muchas veces nosotros hacemos consejería, y pasa frecuentemente que los jóvenes ni siquiera se atreven a decir sexo oral, sexo vaginal, no se atreven a nombrar las palabras cuando quieren preguntar.

Eso nos habla mucho sobre una falta de educación sexual en la población…

Claro, más allá de hacerse el test o no, hay que partir desde mucho antes: educación sexual. Entre adultos, en una conversación seria, no debería por qué ser tema, si tú me preguntas sobre sexo, porque yo como médico tengo la responsabilidad de educarte y explicarte sobre el tema. Pero para que tú logres hacer esa pregunta, tienes que tener una educación sexual previa, para que no sea un tabú hablar. Y eso es lo que falta, porque la educación sexual va a cambiar la conducta sexual de las personas, llevándolas a tener conductas seguras y no riesgosas. Que sepan usar preservativos, que las mujeres lleven sus preservativos en la cartera y que al momento de querer tener actividad sexual lo tengan y lo usen, tenemos que llegar a cambios sociales y educacionales más allá de hacer el test de VIH.

Siempre estamos esperando una cura al VIH o una vacuna, ¿qué es lo que deberíamos esperar sobre el virus en adelante?

Desde el punto de vista médico, una cura o una vacuna no se ve tan cercano, porque ha habido un montón de investigaciones, pero todavía no se logran obtener datos concretos de que eso pueda ocurrir a corto plazo. Sí estamos entrando a una era en donde la simplificación de la terapia y las opciones de tratamiento, son bastante variadas, hoy existe menos toxicidad farmacológica, los tratamientos son mucho más fáciles de llevar, y por lo tanto mejora la adherencia a ellos, ahí tenemos un camino súper ganado. Desde el punto de vista del diagnóstico somos bastante ambiciosos: estamos seguros que el diagnóstico de VIH en Chile debe cambiar y debe acelerarse. Hoy tenemos la tecnología para hacer un diagnóstico rápido. Dentro de una misma semana el paciente debería tener confirmado su diagnóstico y estar viendo al médico para empezar el tratamiento. A eso debiéramos llegar.


Texto: Francisca Siebert
Fotografías: Felipe Poga
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