Entrevista a Claudia Zapata: «El proceso constituyente empezó en Chile al otro día del estallido social»

Compartir
f169874-1-h

«Probablemente algo que nos ha jugado en contra, es que este estallido nos pilla en un momento en que los distintos movimientos sociales y organizaciones estaban a la baja; que ninguno tenía liderazgos potentes», plantea la académica del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos (CECLA) de la Facultad de Filosofía y Humanidades, quien analiza el escenario político actual, el remezón irremontable iniciado con el estallido social -marcado por «el hartazgo transversal con los niveles de abuso»-, y las potencialidades emancipatorias abiertas desde entonces.

Estaba preparándose para salir al Museo de Química y Farmacia, ubicado en Merced, a pasos de la por entonces Plaza Baquedano. La tarde del 18 de octubre del 2019, Claudia Zapata, historiadora de la U. de Chile, iba a participar de la inauguración de una exposición de artistas mapuche, pero no pudo llegar. “Había estado mirando con atención y con entusiasmo las escaramuzas de la semana”, cuenta refiriéndose a las evasiones masivas que comenzaron estudiantes secundarios días antes, y que vieron su agudización y provocaron el cierre del Metro de Santiago esa tarde de primavera; dejando en ridículo el diagnóstico del “esto no prendió”.

“A lo más pensaba que esto iba a derivar en una paralización estudiantil, en una revitalización del movimiento estudiantil”, señala, pero ver la transmisión en directo de lo que estaba sucediendo en las calles la hizo pensar otra cosa. “Ya tiene que ser mucho que le den espacio a la protesta popular como para transmitirlo directamente”, agrega, reconociendo que lo que vino después simplemente fue una “sorpresa”.

“De repente lo más fácil era salir a decir ‘que esto lo veíamos venir’. Yo no, yo creo un estallido no se ve venir, no es imposible calcular o pensar que distintos elementos -por más que sea una opresión muy extrema- va a derivar en un estallido que fue primero Santiago, y ya desde el otro día todo el país”, relata la integrante del CECLA, quien releva “la dimensión indecible e inconmensurable” de este momento, lugar en el cual se instala. “Me gusta esa dimensión para vivirla como ciudadana que se sorprende y que nos tenemos que seguir sorprendiendo de lo que fuimos capaces ese día, y de lo que eventualmente podemos ser capaces después”, agrega.

Se habla de estallido social, también de revuelta. ¿Con qué término se queda? ¿Es bueno utilizar un concepto o una determinada forma para definir este proceso?

No sé si es el debate que a mí más me importa, pero me gusta el concepto de estallido. Yo sé que hay personas que no les gusta porque habla de un exceso de espontaneidad, pero creo que esto tuvo mucho de irrupción, de algo que incluso algunos de los que lo protagonizaron jamás pensaron que iba a ser de esta envergadura. Creo que ese concepto de estallido, esa metáfora de decir que esta cosa estalló porque no daba más, a mí me parece.

En una entrevista que dio post 18 de octubre a Telesur le sorprendió la pregunta respecto al «¿por qué aguantaron tanto?”. ¿Por qué?

Cuando me hicieron esta entrevista, me resultó impactante esta pregunta. Bueno, son muchos años de neoliberalismo radical que vivimos en Chile. Ahí aparece la comparación inevitable de que nosotros habíamos estado viviendo aparentemente en silencio, pero sabemos que no, que había movimiento en torno a algunas problemáticas. Hace mucho rato ya venía agitación social en Chile, pero efectivamente parecía como que nosotros estábamos sufriendo para callado.

El neoliberalismo ha sido muy resistido en el resto de los países latinoamericanos, por lo tanto tenía una instalación muy atropellada. Otras dictaduras del cono sur del mismo periodo, no instalaron el modelo neoliberal; más bien insistieron en modelos capitalistas-nacionalistas. El caso de nosotros fue derechamente con la pistola al cuello, con la pistola en la espalda, fue con campos de concentración de por medio, en un contexto de represión muy brutal. La represión policial y militar ha sido un pilar absolutamente fundamental del modelo en Chile, desde el 73 hasta ahora.

Sabemos que tras este despertar hay una serie de causalidades que apuntan a la precarización de la vida bajo el régimen neoliberal. ¿Es posible jerarquizar o definir algunas más determinantes?

Cuesta porque igual lo que ocurrió acá es un estallido muy interclasista, muy transversal. De hecho yo creo que ese día empiezan los estudiantes, sigue el centro, pero la cosa no tardó en llegar a las poblaciones, que son los sectores golpeados.

Una cuestión, no sé si la más importante, pero si sé que la que más nos unifica a todos, es el hartazgo con los niveles de abuso, con el nivel de abuso empresarial. O sea, no solo es que te estén cobrando más por el pan, no solo que el endeudamiento sea eterno, sino que además el sentimiento de que te estén viendo la cara. Eso del darte cuenta de que es un abuso, que ya se pasó una raya, creo que esa cuestión es súper transversal y la gente se identificó en decir que bueno, estás trabajando mucho para obtener poco.

Considerando el carácter desligado de la política institucional. ¿Quién conduce este proceso?, ¿hacia dónde nos conduce este proceso?, ¿es bueno que haya un liderazgo definido?

Yo creo que todo este estallido es súper heterogéneo, es irreductible y finalmente nadie que quiera conducir va a poder reducir todo. Eso tiene un montón de virtudes, pero también creo que tiene un montón de problemas políticos. Cuando fue el movimiento estudiantil, ahí habían tres, cuatro, cinco secundarios, que uno decía “ya, con quién nos sentamos a negociar eventualmente”. Cuando fue después el movimiento universitario el 2011, había una dirigencia, una CONFECH que en un dos por tres la podían destituir, pero cuando tú decías: “¿con quién me siento?”, bueno, con estos. Aquí no lo había.

Probablemente algo que nos ha jugado en contra, es que este estallido nos pilla en un momento en que los distintos movimientos sociales y organizaciones estaban a la baja; que ninguno tenía liderazgos potentes.

Yo creo que si hubieran existido liderazgos sociales más potentes, varios, heterogéneos -todo lo que quieras-, si hubiera existido, probablemente lo que ocurrió con la negociación de noviembre podría haber sido algo más dialogado, con más puentes con el mundo social. Entonces, claro, creo que a elitización de la clase política tiene su correlato en la dispersión social, que es una realidad.

Considerando esto mismo, ¿qué rol ha jugado y que rol cae a la clase política en este momento?

Me parece que cualquier cambio en la historia pasa por la articulación de un gran bloque popular. El día del acuerdo, efectivamente se portaron como clase política, pero hay que reconocer que el escenario lo proveyó el estallido. O sea, mentira que el estallido no ha tenido consecuencias institucionales. No es menor el hecho de que se hayan generado las condiciones para que incluso la derecha, que se sentían absolutamente seguros de todo, abrieran las puertas para cambiar uno de sus pilares ideológicos que es la constitución; que no es un pilar ideológico-romántico: es una cuestión que funciona, que opera, y que tiene consecuencias en la cotidianidad.

A mi me parece que del lado del polo social, que es tan heterogéneo, ausente de liderazgo, probablemente nos juega en contra no ver eso como un logro. Ahora, es un logro en el que no tenemos control, que es distinto, y en sí es un problema, pero creo que la invitación es a pensar las cosas en términos más complejos. Me parece que no porque no participantes del acuerdo, que es penca, no vas a valorar la existencia de un plebiscito, donde tal vez vamos a torcer la mano a la tradición constitucional más autoritaria de este continente.

Lo que sucederá este domingo con el plebiscito, ¿forma parte de lo que se podría denominar un proceso constituyente?

Yo creo que el proceso constituyente empezó en Chile al otro día del estallido social, cuando la gente se empezó a auto convocar en las plazas, con los cabildos o trawun. Cuando la gente se empieza a autoconvocar, eso sí fue transversal, porque empezó a ocurrir en poblaciones también. Probablemente decayó la dinámica porque además tuvimos la mala suerte de que el estallido se nos cruzó con la pandemia, pero yo creo que ahí empezó el proceso constituyente. ¿Por qué?, porque se empezó a hablar finalmente por qué era todo esto, y se llegó al diagnóstico de que el país, de que la clase política, que los empresarios nos ven la cara, tienen lo que quieren; que mi pobreza o mi precariedad no se explica porque yo sea más o menos capaz o más o menos flojo. Esto tiene otras causas con un modelo de país finalmente, entonces ahí, al evaluar la totalidad del modelo de país, ahí empieza el proceso constituyente.

Además empieza desde ahí el tema. Mentira que lo ponen los partidos. Los partidos en sus campañas siempre hablaron de la constitución, pero nunca se lo tomaron como un punto prioritario de la agenda. Entonces finalmente, decir que este es uno de los puntos prioritarios de la agenda, es el resultado de los cabildos. Ahora, la profundidad que pueda llegar a tener este proceso va a depender de los grados de movilizaciónSi no se mantiene la calle como factor de democratización y profundización del proceso, nos vamos a quedar en un proceso constituyente epidérmico.

Decir proceso constituyente o asamblea constituyente, en ningún caso te asegura la profundización de ese proceso. Que eso se profundice o no, que se pueda avanzar desde una democracia política a una democracia social -y con democracia social me refiero a avanzar en modelos distributivos del ingreso- eso va a depender de un proceso social.

En este contexto, ¿qué rol le cae a la universidad pública?

La U. de Chile aloja en su seno una diversidad ideológica. Eso es una realidad, y no es una coexistencia espontánea, sino que tenemos un legado dictatorial en la Universidad. Hay sectores de la Universidad que colaboran con este modelo de acumulación, lo que nos hace ser parte del problema, más que eventualmente de la solución.

Cualquier aporte al debate, a la circulación de ideas y a la visibilización de las demandas de sectores más específicos, y de pasar la tribuna y el micrófono allí, me parece que eso es un aporte.

Otro aporte fundamental es no postergar más una revisión interna. No tener una mirada ingenua sobre la pluralidad que tenemos en nuestro interior, sino ver cómo esa pluralidad está súper articulada con la desigualdad en su interior. Por lo tanto, aparte de hacer todo ese análisis, también tenemos que ponernos desafíos. Debemos alinear el discurso público que tenemos hacia afuera, el que le decimos al país -equidad, defensa de lo público, etc.- con una mirada un poco más crítica de la realidad interna.


Texto: Francisca Palma Arriagada.