Escasez hídrica en Chile, ¿cómo la enfrentamos?

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Un consumo más eficiente del agua, mejorar la gestión de las cuencas y la infraestructura hídrica, y revisar la actual administración privada del recurso en el país. Estas son algunas de las medidas que proponen para enfrentar la actual crisis hídrica los profesores Fernando Santibáñez, de la Facultad de Ciencias Agronómicas; María Christina Fragkou, de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo; e Irma Vila, de la Facultad de Ciencias.

La imagen del Embalse El Yeso, en la Región Metropolitana, con sólo un 27 por ciento de su capacidad, desató hace algunas semanas la alarma debido a que es una de las principales fuentes de agua potable de Santiago. Las razones detrás de esta situación son variadas, e incluyen factores como el cambio climático y también factores humanos, explicó el académico Fernando Santibáñez, de la Facultad de Ciencias Agronómicas.

Entre los primeros se incluyen la reducción de los niveles de precipitación, en una tasa de alrededor del 30 por ciento en la zona central durante el último siglo; la mega-sequía que afecta al país desde el 2010; un empobrecimiento del ciclo hidrológico y que “las nieves han subido entre 300 y 400 metros en altura, lo que significa que la cubierta total se ha reducido en cientos de km cuadrados, y donde agua que antes caía como nieve ahora escurre en invierno directamente al mar”, afirma.

A ellos se suman los factores humanos como la construcción en las cuencas, lo que dificulta la infiltración de aguas lluvias en las napas subterráneas; la deforestación de las partes altas de las cuencas; así como el aumento sostenido del consumo de agua en los últimos años, tanto por la concentración urbana como por la expansión de la agricultura. Esta última actividad, por ejemplo, concentra más del 70 por ciento del consumo nacional, mientras que el agua potable representa sólo un 2 por ciento del total.

Otro elemento que contribuye a complejizar el panorama es la gestión del agua en el país. La profesora María Christina Fragkou, especialista en Ciencias Ambientales en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, hace hincapié en que las empresas que administran el consumo de agua potable en el país deberían estar preparadas para funcionar en condiciones extremas. Esto implica que estén atentas a lo que sucede en las fuentes, pero también manejando la demanda.

Al respecto, la académica explicó que hay dos dimensiones que se deben analizar: el marco legal y el sistema de gestión que define el Código de Aguas, por un lado, y el papel de las empresas sanitarias que administran el agua potable.

«El Código de Aguas se consideró en dictadura como un modelo eficiente y de equidad, donde todos pueden participar del mercado de aguas sin restricciones», afirma Fragkou. Pero esto condujo a un escenario en el que un sector minoritario concentró estos derechos en detrimento de la mayoría de la población. A ello se suma el hecho de que las empresas de agua potable tienen pocos derechos de agua y una clientela cada vez más grande y exigente debido al desarrollo económico, pero donde su negocio es vender agua y no controlar el consumo en función de la sustentabilidad ambiental.

¿Qué se puede hacer para enfrentar la crisis hídrica?

La situación del embalse El Yeso ejemplifica de manera clara las dificultades de gestión de los recursos hídricos en nuestro país.

La profesora Irma Vila, de la Facultad de Ciencias, señaló que este embalse se destinó originalmente para proveer agua de riego, y que de manera posterior se le sumó la tarea de proveer de agua potable a Santiago, alimentándose de las aguas del río Yeso y de la nieve en el invierno, en conjunto con lo que aportaba la Laguna Negra a partir del líquido proveniente del glaciar Echaurren.

«En un escenario de sequía como el actual, lo que se debería hacer en Santiago y en el resto del país es calcular cuánta agua se necesita y para qué, cuánta agua se está recibiendo, y si habrá suficiente, para que el Estado y las empresas informen al país cuánta agua se puede usar, en qué, y cómo ahorrar. Somos el único país donde el agua es un bien de mercado y eso tiene efectos negativos», plantea la académica del Departamento de Ciencias Ecológicas.

En esa línea, la profesora Fragkou complementó señalando que sresulta importante comprender que el Estado no puede seguir entendiendo esta situación como una emergencia, sino como un proceso de adaptación a la que pareciera ser nuestra nueva normalidad.

En esa línea, explicó que se debería avanzar hacia una mayor fiscalización en las cuencas como la del Yeso, analizando de dónde proviene el agua, qué otras captaciones hay en ellas, quiénes tienen derechos de agua, y alertó sobre los riesgos a futuro de la ausencia del Estado en la gestión del agua urbana «sobre todo para los ciudadanos de menores ingresos, ya que son los primeros perjudicados cuando hay riesgos ambientales de esta naturaleza».

Finalmente, el profesor Fernando Santibañez aseguró que existen tareas que implican a los agricultores como la tecnificación del regadío aplicando tecnologías más eficientes, sobre todo en la zona centro y sur del país, lo que permitiría aliviar la situación, y para el Estado en la mejora y modernización de la infraestructura hidráulica.

«Tenemos que aumentar y mejorar la capacidad de almacenamiento de aguas invernales. Los ríos llegan con toda su agua al mar, cuando parte de ella se podrían retener a través de embalses.  Ahí es donde falta una discusión, si son grandes, medianos o pequeños. Tenemos condiciones para construir muchos medianos o pequeños que no tengan un impacto tan grande en el medioambiente pero que nos permitan almacenar más agua para el invierno», afirmó.

El profesor Santibáñez hizo hincapié en que si bien se tiene que trabajar en una mayor eficiencia de parte de los usuarios, eso tiene un techo y no va a permitir mejorar de manera contundente el déficit, por lo que se tiene que complementar necesariamente con una mejor gestión de todas las cuencas, evitando la pérdida de agua, y plantearse seriamente alternativas como las carreteras hídricas.

«Actualmente Chile no está en condiciones de descartar ninguna alternativa, por lo que se necesitan los proyectos de ingeniería, contar con cifras, estudios serios de impacto ambiental, analizar la situación de los derechos de agua y una adecuación completa de la política hídrica. Tenemos que aplicar la inteligencia a todas las opciones para poder elegir las mejores alternativas, porque la situación es difícil, y tenemos que actuar antes de que se agrave», finalizó.


Texto: Felipe Ramírez
Prensa U. de Chile