Ganador del Premio MAVI: la obra ecológica de Rodrigo Arteaga

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El artista de 32 años, egresado de la Universidad de Chile, acaba de recibir el primer lugar de la decimocuarta versión de este certamen. Siempre interesado en reflexionar sobre los vínculos entre arte-ciencia y ecología-devastación humana, Arteaga ganó con un díptico donde muestra siluetas quemadas manualmente con cautín de hojas, ramas y semillas de pinus radiata y eucalyptus globulus, dos especies de árboles que cada año son protagonistas de los incendios forestales. En noviembre expondrá en la Bienal de Arte Joven de Moscú y en 2021 estará en el MAC de Quinta Normal.

La pregunta encaja como un cajón al observar la metodología de trabajo de Rodrigo Arteaga, más cercana al trabajo de laboratorio de un científico, que al de un artista visual. ¿Cómo es que estudiando arte te interesaste por la ciencia?, pero lo cierto es que la pregunta es más bien al revés. Hijo de Óscar Arteaga, salubrista y académico de la Universidad de Chile y de Katia Abarca, infectóloga y parte del equipo del Instituto Milenio de Inmunología, que trabaja en los estudios de una vacuna contra el Covid-19, el camino de Rodrigo iba directo a la ciencia, si es que no se hubiese desviado antes al dibujo. Hoy para él, el arte es ciencia y la ciencia es arte.

Egresado de Artes Visuales de la Universidad de Chile, Arteaga encontró en el arte una vía indirecta para acercarse a las problemáticas de la ciencia y la ecología. “El arte es una forma de expandir el conocimiento y transitar entre distintas disciplinas con más libertad, con humor incluso. Es una forma de entender el mundo y hacerse preguntas”, dice el artista que acaba de ganar el primer lugar en el concurso del Museo de Artes Visuales (MAVI) que desde 2006 busca potenciar el trabajo de menores de 35 años, y que consiste en 3 millones de pesos y una exposición individual en el espacio de Plaza Mulato Gil.

Monocultivos se titula este díptico ganador del primer lugar del concurso MAVI Arte Joven, y que reproduce la quema de pino y eucalipto en Chile.

El MAVI también entregó el Premio Regiones a Gabriel Holpzapfel y el Premio Antenna del Público, definido por votación online de casi seis mil personas, a Joaquín Lozano. Además, se destacaron dos menciones honrosas: Adolfo Bimer y Francisca Rojas Pohlhammer.

El público que visite la muestra del Premio MAVI -que está abierta a público previa inscripción y en una sala virtual en 360°-, se encontrará con “Monocultivos”, un díptico de dos metros de alto, donde Artega presenta siluetas quemadas manualmente con cautín, de pinus radiata y eucalyptus globulus, las dos principales especies de árbol que conforman la industria forestal chilena. Parecen dos páginas de un libro de botánica gigante, donde la huella de los especímenes es al mismo tiempo el vacío que deja la quema, en este caso controlada y delicada que hace el artista. Una representación poética de esos bosques implantados, que según los expertos son el alimento predilecto de los incendios debido a que resecan los suelos y producen sustancias combustibles que incentivan el avance de las llamas.

En 2017 y mientras el artista cursaba un Master en escultura en la Slade School of Art de la University College de Londres, se produjeron intensos incendios forestales de estos tipo de bosques que afectaron el centro y sur de Chile con una extensión y velocidad inédita, lo que le generó la inquietud de reflexionar sobre el tema. “Existe una falta de entendimiento respecto a la diferencia entre un bosque nativo y uno de monocultivo, una simplificación ecológica que es muy peligrosa. Tenemos que pensar nuestro rol como humanos y nuestra agencia en todas las especies en todo el planeta”, dice el artista, que en 2021 prepara una muestra en el MAC de Quinta Normal, en colaboración con la ilustradora Marcela Mella, donde desplegará un políptico con 100 de estos monocultivos para simular la dimensión de un bosque y que irá acompañado de otras piezas móviles y lo que él llama “árboles fragmentados”.

En paralelo a su obra con plantas, papel y calor, Arteaga también se ha sumergido en la investigación de los hongos y su aplicación en el arte. Para eso ha trabajado también con especialistas en el área, partió con Pilar León, científica del laboratorio de microbiología de la UC, quien le ayudó a elaborar mapas de Chile y el mundo, hecho a partir del cultivo de hongos, los que exhibió en galería Temporal y la Bienal de Artes Mediales. Ahora está trabajando con Felipe Muñoz, biotecnólogo molecular de la Universidad de Chile, y el colectivo de arquitectura y restauración La Matriz -conformado Francisca Castro y Camila Astaburuaga, para desarrollar esculturas de madera y otros materiales inoculadas con hongos.

Pintura que reproduce un mapa del mundo realizado con hongos, obra expuesta en galería AFA.

¿Esta colaboración entre arte y ciencia funciona para ambos lados? ¿En que se benefician los científicos al trabajar con artistas?

Sí, creo que el taller de arte y el laboratorio comparten una experimentalidad y un motor a través de la curiosidad con muchas conexiones y retroalimentación. En el laboratorio, por ejemplo, hay muchos protocolos para desinfectar cada herramienta y evitar la contaminación de otras especies de hongos o mezcla de especies, pero en mi caso era casi como pintura, era mezclar para dar con pigmentos y colores y eso sin duda provoca efectos que los científicos no han probado. Cuando me puse a probar con resinas para conservar mis pinturas de hongos, ellos descubrieron que entonces podían conservar los hongos y no cultivarlos cada vez que los necesitaban, o también, ahora el plan es inocular muebles en un taller de bio fabricación junto con Felipe Muñoz,  sin embargo con Biofab UC y Museo del Hongo ya inoculamos moldes llenos de sustratos de paja y arroz con micelios. Esa investigación les sirvió para ver cómo se comportaban los hongos en otras formas diferentes al ladrillo con el que ya estaban trabajando.

¿De qué manera crees que tus obras contribuyen a involucrarnos con la crisis ecológica?

Creo que el arte nos permite otras formas de acercarnos al conocimiento y a los problemas. Durante esta pandemia, el arte no ha dejado de producirse a pesar de que los museos y las galerías cerraron, porque la gente necesita el arte para entender y replantearse las cosas. En ese sentido yo mismo me replantee el rol del arte durante esta crisis y lo que hice no fue más que reafirmar mis convicciones, porque el mismo origen de la pandemia es debido a la destrucción del medioambiente, a una relación desequilibrada con respecto a la vida salvaje y a las otras especies. Los hongos, por ejemplo, han permitido la vida en la tierra como la conocemos, permitieron a las plantas evolucionar fuera del agua, pero el ser humano recién reconoció el reino fungi como un reino independiente en los ’70,. Tenemos mucho que aprender todavía de otras especies.

¿Cómo ha afectado este periodo de pandemia tu trabajo artístico?

Al principio fue complicado, tenía proyectos en EEUU, Inglaterra, Argentina y todos fueron aplazados y luego cancelados. Hubo mucha incertidumbre económica también, pero al mismo tiempo durante la pandemia fueron naciendo proyectos interesantes. Ahora en noviembre voy a participar con mi hermano Gabriel, que es ingeniero en sonido, en la Bienal de Arte Joven de Moscú, con una instalación que nació en pandemia, donde a través de seis parlantes replicamos un paisaje sonoro que grabamos hace años con un amigo en un bosque nativo del Sur de Chile, pero que ahora lo hicimos recreando todos los sonidos de aves, plantas, río, insectos de forma casera. Es una forma de reconectarse con el paisaje, pero de manera artificial y todo eso surgió del encierro y la imposibilidad de desplazamiento. En muchos lugares se ha puesto mayor énfasis a apoyar a los artistas y a la cultura en este periodo de crisis sanitaria, no como en Chile, donde ahora se está reduciendo el presupuesto y cancelando becas. Creo que eso es grave y va en el sentido contrario de lo que pasa en el resto del mundo.


Denisse Espinoza – periodista Vexcom
Fotografía: Cortesía Rodrigo Arteaga.