Ómicron: ¿Necesitamos una nueva vacuna para enfrentar esta variante?

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Mientras los expertos observan esta nueva ola del virus, las vacunas están a la espera de una nueva evaluación respecto a su eficacia contra esta mutación. Ricardo Soto-Rifo y Miguel O’Ryan, académicos de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, analizan la necesidad de pensar en vacunas específicas para Ómicron, y qué implicaría esa modificación.

Mientras en Chile este 27 de diciembre se confirmaron 248 casos con la variante Ómicron, y los nuevos contagios continuan cerca de los mil diarios, con tasas de positividad nacional que rondan el 2,5 por ciento, en Europa y Estados Unidos la nueva variante de COVID-19 detectada a fines de noviembre en Sudáfrica ya entró en una franca arremetida: Reino Unido, Italia, Francia e Irlanda registraron durante los últimos días la mayor cantidad de contagios desde el comienzo de la pandemia, y Estados Unidos cuenta con cerca de 200 mil casos nuevos de COVID-19 diarios, lo que es casi un cincuenta por ciento más que hace solo una semana.

«Desde el punto de vista conceptual, lo que uno puede decir es que la variante Ómicron ha llevado a un comportamiento diferente a las variantes previas, básicamente por lo que parecen ser tres características: primero, es más transmisible de persona a persona; segundo, está infectando a personas vacunadas con diferentes vacunas en esquemas primarios, y también a personas con dosis de refuerzo; y tercero, es una variante que está asociada a una infección respiratoria más bien alta, con compromiso nasofaríngeo más que compromiso bajo. Eso a nivel global en una población altamente vacunada», señaló el doctor Miguel O’Ryan, académico de la Facultad de Medicina e investigador del Instituto de Ciencias Biomédicas (ICBM) y del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia.

Desde la virología, el también académico de la Facultad de Medicina e investigador del ICBM, Ricardo Soto-Rifo, explicó que Ómicron fue rápidamente catalogada como una variante de preocupación, no solo por la pronunciada pendiente de aumento de casos que se vieron inicialmente en Sudáfrica, sino también porque tenía más de 30 mutaciones en la Proteína Spike, punto clave para la entrada del virus a la célula, y blanco de la mayoría de las vacunas existentes.

«No todas las mutaciones que tienen las variantes están en la Proteína Spike, pero todas las vacunas, salvo las de virus completo, como la Coronavac, tienen como blanco la Spike, porque es lo que uno busca bloquear. La Spike es la llave de entrada a la célula, y ahí son dos cosas que se pueden ver principalmente afectadas: la capacidad del virus para entrar a la célula, que se pueden ver mejoradas, y que estos cambios disminuyan la eficacia con que los anticuerpos que se generan, ya sea por la infección natural o por la vacuna, van a reconocer y bloquear», detalló Soto-Rifo.

¿Esto significa que debería considerarse la elaboración de una vacuna modificada específicamente para hacer frente a Ómicron? No necesariamente. «Los primeros estudios han mostrado que los anticuerpos de personas convalecientes o con dos dosis no neutralizan Ómicron, pero con las dosis de refuerzo sí. En el fondo, aumentas los niveles de anticuerpos circulantes, pero la inmunidad celular, que es obvio que tiene una función importante pero que es más difícil de medir, no la sabemos todavía. Es importante seguir monitoreando esto, ir cruzando datos epidemiológicos y clínicos, mirar cuántos de los casos de Ómicron se dieron en personas vacunadas, cuál fue el desenlace, cuántos casos en personas no vacunadas y cuál fue su desenlace. Y todo eso hay que verlo para decidir modificar una vacuna», apuntó el doctor Soto-Rifo.

Similar opinión tiene el doctor Miguel O’Ryan, quien estimó que es muy poco probable que las actuales vacunas contra el COVID-19 se modifiquen para hacer frente a Ómicron. «Tener una vacuna contra una nueva variante son varios meses, y en esos varios meses esa variante puede haber dejado de ser relevante. De modo que algo así solo se justifica, a mí manera de ver, si uno viera que llegara una variante que tuviera un comportamiento pandémico en sí mismo, es decir, que empezara a causar caos en personas independiente si estuvieran vacunadas o no y con una proporción de cuadros graves importante. Y es muy poco probable que eso pase», advirtió el profesor O’Ryan.

¿Qué implica fabricar una nueva vacuna?

La modificación de vacunas no es algo inusual. En el caso de la vacuna contra la Influenza, que se aplica anualmente a diversos grupos poblacionales, esta sufre modificaciones dependiendo del virus que circuló en el período anterior y en observación también del virus circulante en el contrahemisferio.

Para las vacunas contra el COVID-19, «En términos de técnica, es relativamente sencillo, tanto para las plataformas de ARN mensajero como de vector viral hacer una modificación, porque reemplazas el gen ancestral de la Spike por el de la nueva Spike, y no se deberían tener problemas si ya está todo escalado para una producción masiva. Sigue siendo el mismo virus, la misma proteína», detalló el doctor Soto-Rifo.

En términos de autorizaciones, apuntó el doctor O’Ryan, la autoridad no requeriría que se hagan estudios de Fase 3 de ensayos clínicos en pacientes. «Probablemente, se verían los estudios de inmunogenecidad y se vería cómo son producidas esas vacunas para que no hayan cambios sustantivos con la base inicial. Podrían pedir algunos estudios básicos de seguridad tipo Fase 1, pero no Fase 3», indicó el especialista.

Producir a gran escala las vacunas tampoco tomaría gran cantidad de tiempo, ya que la pandemia justamente ha tenido un impacto en la capacidad de producción de estas. Sin embargo, y pese a que la fabricación de una vacuna modificada para alguna nueva variante tardaría solo meses, ambos expertos enfatizan en que hoy, los esfuerzos deben ponerse en la vacunación de las poblaciones que no están vacunadas alrededor del mundo, y en el caso chileno, en la aplicación de las dosis de refuerzo entre quienes aún no lo han hecho, como también en la continuidad de medidas de prevención básicas como el lavado de manos, el uso de mascarillas y la ventilación de espacios comunes.


Texto: Francisca Siebert