Amanda Labarca: académica, escritora y referente clave del feminismo chileno

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En el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, destacamos a una de las figuras clave en la historia de la Universidad de Chile y el país. En este capítulo especial de Universidad de Chile Podcast, recorremos las múltiples y complejas facetas de la educadora, diplomática y primera académica universitaria del plantel y de Latinoamérica, quien participó activamente en los movimientos feministas del siglo XX y fue una de las principales gestoras de la democratización de la educación en el país.

El movimiento feminista de 2018 marcó un punto clave dentro de la sociedad chilena, al igual que en la trayectoria misma del feminismo en el país. Mientras por un lado implicó poner en la palestra luchas que por décadas fueron invisibilizadas, también se gestó un proceso social analítico respecto del lugar histórico que ha tenido la mujer en el país y en sus instituciones. Así lo señala Matías Flores, sociólogo de la Universidad de Chile e investigador especializado en extensión universitaria, quien plantea que este hito tuvo un profundo impacto dentro de la Casa de Bello. “Empezaron un proceso de reimaginar cuáles son los límites de la Universidad, qué es lo que no se puede aceptar, pero también, de forma creativa, de qué manera puede estar mejor conectada con una idea igualitaria y democrática de sociedad”, señala.

Junto con poner en perspectiva estos límites, se dio también un proceso de reivindicación de diversas figuras y sus legados. Una de ellas es Amanda Labarca, profesora de castellano del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, contratada como académica por el plantel en 1922, convirtiéndose así en la primera profesora universitaria de América Latina. Matías Flores destaca, además, que ha sido una de las mayores promotoras de proyectos de extensión universitaria en el país. Una de estas iniciativas fueron las Escuelas de Temporada, creadas por Amanda Labarca en 1936 durante la Rectoría del profesor Juvenal Hernández. Este legado fue uno de los mayores ejemplos de apertura universitaria, labor que la académica defendió hasta su retiro de la institución en 1955.

“El movimiento feminista de esa época entendía que la educación es una herramienta para la emancipación, era una herramienta para la independencia económica del hombre. Entonces, lo que ella hacía realmente era conectar esta visión de país más democrático, más igualitario entre géneros, para poder pensar cuáles eran las herramientas dentro de la Universidad que permitían alimentar ese proceso mayor”, explica Flores.

Otro de los reconocimientos al legado de la pedagoga vino de la propia Universidad, específicamente de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones, que desde 2015 ha continuado la realización de las Escuelas de Temporada y conformó, ese mismo año, la Cátedra Amanda Labarca.

“La Universidad ha acompañado el progreso de nuestro país y la instauración de nuestras instituciones. Por lo tanto, ese germen extensionista de vinculación con el medio está en el origen mismo de la Universidad. Fue un gran mérito de Amanda Labarca el haberlo identificado como una función universitaria tan trascendente como las demás funciones”, afirma la vicerrectora de Extensión y Comunicaciones, Pilar Barba.

Una feminista con múltiples facetas

Nació el 5 de diciembre de 1886 bajo el nombre de Amanda Pinto Sepúlveda y se crio en el seno de una familia de clase media. Su padre, Onofre Pinto Pérez de Arce, era un abogado y comerciante que desde un principio le demostró a una joven Amanda lo cruel y machista de la sociedad chilena de ese entonces. Su madre, por otro lado, era una devota y estricta católica, hecho que para una joven tan curiosa y racional como Amanda fue motivo de conflictos y dudas sobre la religión en general. 

Así lo relató la propia Amanda Labarca en 1968, en cintas que hoy pertenecen a la colección del archivo fotográfico y audiovisual de la Biblioteca Nacional de Chile. “No puedo comprender a Dios a mi imagen y semejanza. Lo pienso perfecto y nada que tenga mi imagen y semejanza puede serlo, me es imposible conseguirlo dictándoles éticas o rituales al mundo porque la ética es a la sociedad lo que una función al órgano que la ejerce no puede imaginarlo cuando tanta alimaña, venenosa y tanta maldad y tanta miseria se esconde entre los mortales, no puedo imaginarle armado del infierno para eterno castigo de este paso nuestro de un día sobre la tierra. Si él es todo comprensión y todo amor ¿por qué no podemos dejar de pecar?”, señalaba.

Apenas cumplió 15 años, Labarca manifestó su clara intención de cursar estudios superiores, una decisión que ella veía como una chance para lograr su libertad del control de los demás, una arista de la personalidad de ella que fue explorada en su obra teatral homónima de 2023, escrita por Isidora Stevenson y dirigida por la creadora escénica egresada de la U. de Chile, Manuela Oyarzún. La directora explica que como mujer se vio en constante conflicto, teniendo que enfrentar a una sociedad que cuestionaba cada acción suya como mujer. “Su feminismo más fuerte lo llevaba al ámbito de la educación. Para ella era muy importante que la mujer se educara, porque la mujer al educarse podía tener incidencia en la historia y en la cultura (…) Ella luchó muchísimo para poder abrir ese espacio para la mujer para que no fuera el destino digamos de la época, que era la mujer que iba a la casa, se casaba y se dedicaba a los hijos y a lo doméstico”.

En 1905, Amanda obtuvo, con tan solo 18 años, su título de profesora de Castellano. Ese mismo año decidió contraer matrimonio con Guillermo Labarca Huberston y adoptar sus apellidos, marcando una separación definitiva con su familia. La obtención del título no solo marcaría su ingreso a la academia, también representó el inicio de su faceta como escritora. Fue así que en 1907 publicó su primera obra, «Impresiones de juventud», y en 1914 su primera novela «En tierras extrañas». Este aspecto de su vida es menos conocido, pero en el último tiempo ha generado gran interés. Así surge, por ejemplo, un proyecto Fondecyt liderado por el profesor Gonzalo Salas, de la Universidad Católica del Maule, junto a las investigadoras Alejandra Araya González, Magdalena Ramos y Catalina Dieramont, investigación cuyo objetivo ha sido el encontrar y documentar la biblioteca de Amanda Labarca dentro del depósito general del fondo del Archivo Central Andrés Bello.

Magdalena Ramos, estudiante del Magíster en Estudios Latinoamericanos y Licenciada en Historia de la Universidad de Chile, destaca el profundo carácter investigativo de Labarca a través de las marcas y anotaciones realizadas en sus libros. “Las primeras páginas donde dice el título, el autor y ciertos detalles del libro, muchas veces está completada la información que falta. Por ejemplo, si el autor está abreviado o solo la primera letra de su nombre, Amanda completaba el nombre del autor, ponía la fecha y el lugar de nacimiento y muchas veces también complementa con otros textos que tiene el autor, me parece interesante (…) En esa época no estaba disponible, así que ella tenía que conseguir esta información sobre el autor, que la dejaba muchas veces consignada en ese lugar”, señala.

Si deseas saber más sobre la vida y obra de Amanda Labarca, te invitamos a escuchar el capítulo 129 de Universidad de Chile Podcast, ya disponible en Spotify, Tantaku y Youtube.

Rodrigo Gallardo
Prensa Uchile