Impulsor del desarrollo científico institucional de la Casa de Bello y de su expansión al resto del país, el profesor, pedagogo y político fue Rector del plantel entre 1953 y 1963. La fundación de Conicyt en 1966, una reforma educacional y la creación del Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas, forman parte del legado de quien además fuera Ministro de Educación.
Abrigos largos, sombreros y pañuelos en las solapas forman parte del vestuario de los académicos –mayoritariamente hombres- que circulan por el hall de acceso a la Casa Central de la Universidad de Chile y que luego pasan a las urnas a votar por el futuro rector del plantel en 1953. Esto es parte de lo que se puede ver en uno de los pocos registros audiovisuales de ese momento de la historia de la institución, material custodiado actualmente por la Cineteca de a U. de Chile. ¿El resultado? Juan Gómez Millas, académico del plantel y en ese momento ministro de Educación de Carlos Ibáñez del Campo, es elegido como máxima autoridad, cargo que cumpliría por los próximos diez años.
Este sábado 18 de julio se cumplen 120 años de su natalicio. Graduado de Profesor de Historia y Geografía en 1922, Juan Gómez Millas realizó estudios en Gran Bretaña, Francia y Alemania para su especialización en Historia Antigua. En 1928 vuelve a su alma mater a desarrollar la cátedra de Historia Universal en el Instituto Pedagógico, alojado en la por entonces Facultad de Filosofía y Educación, de la cual fue elegido decano en 1948. También ejerció como Secretario General de la Universidad en 1931 cuando era Rector Gustavo Lira, y fue presidente de la Unión de Universidades Latinoamericanas el año 1953.
Bajo su mandato, una de las acciones más trascendentales fue la creación de los Colegios Regionales, y la extensión de la labor universitaria a provincias, a través de la sede de Valparaíso en 1954. A eso se suma que en 1956, por medio de una ley, creó el Centro Universitario de la zona norte, que quedó bajo la tuición de la Universidad; instituciones que fueran matriz de las sedes regionales de la Casa de Bello.
“La autonomía de los sabios”
“Hay múltiples formas de comprender la universidad que están en disputa, y Juan Gómez Millas era el puntal de una de las formas de concebirla que dentro del contexto de a inicios de siglo XX, diría que es una manera progresista”, analiza Enrique Riobó, candidato a doctor en Estudios Latinoamericanos de nuestro plantel, agregando que en este rector “no hay un concepto estático, sino que va cambiando en el tiempo; entonces, dependiendo del momento es cuál el sentido de la universidad, pero sí hay algunas características que son transversales en su mirada”.
Una de éstas, como revisa en el artículo “La idea de Universidad en Juan Gómez Millas (1953-1963): Autonomía de los sabios, humanismo y recepción de lo clásico”, es que el pedagogo y político será uno de los defensores más relevantes de la libertad académica y científica, “así como en la centralidad de los catedráticos para con las decisiones universitarias, lógica opuesta a una perspectiva de la autonomía universitaria más politizada y de raigambre democrática”.
Al respecto, detalla el historiador, Juan Gómez Millas tenía la concepción de que la universidad “debería ser algo así como un faro», y que la luz que genera, «para que sea útil, tiene que tener como combustible el sentimiento del pueblo al que pertenece”; planteamiento que dialoga con “una crítica de que la universidad no puede ser solamente profesionalizante y técnica, pero tampoco puede ser una erudición puramente abstracta, sino que tiene que ser una universidad que esté comprometida con el pueblo, pero que eso bajo ningún punto de vista implique compromisos partidarios”. Esta posición, agrega Enrique Rióbo, tiene que ver con “el discurso de la guerra fría de la época, muy proclive a la autonomía universitaria, pero una autonomía concebida en una oposición a la politización”.
Como agrega la historiadora y directora del Archivo Central Andrés Bello, Alejandra Araya, esta lectura de la autonomía “no implica que la universidad esté fuera del ámbito del Estado, porque era y es institución pública -como él decía ‘de alta y permanente responsabilidad nacional’-, y eso implicaba que ni sus académicos y estudiantes tenían que olvidar sus obligaciones con la nación”, entonces, en ese sentido, las discusiones más específicas sobre la orgánica y la democracia al interior de la universidad no podían hacer olvidar esa otra máxima, y eso creo que es interesante en Juan Gómez Millas, porque él fue muy directo y claro en eso”.
Otra de las características de su visión universitaria tiene que ver con las humanidades, compromiso que se expresa en acciones como la adquisición del terreno donde hoy se ubica la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, y la mejora de las condiciones laborales de las y los académicos de dicha área, entre otras medidas. En palabras de Alejandra Araya, Juan Gómez Millas “consolida lo que Juvenal Hernández ha iniciado, la universidad moderna, la del siglo XX”, universidades que “tienen preguntas respecto al desarrollo económico, respecto de la democracia, sobre el proceso industrial. A él le toca enfrentar la consolidación de esa universidad que está situada entre las necesidades de la producción y la presión social”.
En ese marco, advierte Alejandra Araya, Juan Gómez Millas “dice que las humanidades sin ciencias no son humanidades”. ¿Por qué plantea esto? Como revisa la directora del Archivo Central, es porque “en esos años se ve que la ciencia es como una herramienta y una alternativa concreta para la superación de la pobreza o incluso de conseguir la paz y revertir las enfermedades”. Es por esa perspectiva que las ciencias “tienen que ser más ampliamente parte de la educación y no solo capital de los especialistas; por eso tiene que ser una parte central del currículum de las humanidades”. En definitiva, “esa era su propuesta: la integración humanística en la formación de la juventud y en ese sentido era también ese paso hacia la humanización de la ciencia”.
Un humanista del lado de las ciencias
“Nunca, escuché de los labios de un humanista, altamente versado en la historia de la sociedad humana, expresar argumentos tan convincentes acerca de la urgencia de promover una enseñanza de las Ciencias Naturales que estuviese acorde con el prodigioso avance del conocimiento y la enorme repercusión en el desarrollo tecnológico”, recuerda el ya fallecido Premio Nacional de Ciencias 1979 y académico de la U. de Chile, Héctor Croxatto en un artículo referido al legado de Juan Gómez Millas, quien, en la década del ’40 “era uno de los pocos académicos que yo conocía (…) que pregonaba en todos los ambientes que el país debía impulsar vigorosamente la investigación científica, que había que destinar apoyo financiero suficiente para formar recursos humanos capaces de afrontar con autonomía el desafío científico-tecnológico”.
Esta motivación sería otro de los legados del rector tanto a la Universidad como el país, la cual quedó plasmada, entre otras medidas, en su gestión ministerial el año 1953 con Ley 11.575, promulgada en 1954, la cual, asignaba el 0,5 por ciento de todos los impuestos directos e indirectos de carácter fiscal a la investigación científica; y que en su artículo 36, letra C estipulaba la creación de “un Consejo compuesto por los Rectores de la Universidades”, antecesora del actual CRUCH. A esto se suma luego, en 1966, la creación de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica.
Esto responde, en el análisis de Enrique Riobó, a que “una cuestión fundamental para Juan Gómez Millas es el tema de la investigación, que se integre en la universidad, todo esto en un contexto donde la universidad era docente o formadora, no producía investigación, no tenía sus propios institutos de investigación y eso empezó a tenerlo con el tiempo”.
Académico y político
Otro aspecto destacado de la trayectoria de Juan Gómez Millas es, para Enrique Riobó, su nivel de pragmatismo político. “Es una figura que está entre la academia y la política. No diría que es el mejor intelectual que ha tenido Chile, pero sí era alguien con mucha astucia política. Logró cuestiones muy concretas”, describe el historiador.
Juan Gómez Millas fue parte del Partido Socialista, luego líder del Partido Unión Nacionalista de Chile. Fue parte del gobierno de Ibañez del Campo, así como el del democratacristiano Eduardo Frei Montalva, ambos como ministro de Educación. En este contexto, incluso, como relata Enrique Riobó, “hay unos insertos del diario El Siglo de quienes estaban por la rectoría de Juan Gómez Millas, y ahí firman personas como Olga Poblete –quien fue su ayudante- y Hernán Ramírez Necochea que son profesores comunistas. De hecho, los más conservadores decían que no podía ser que dejara entrar a los comunistas a la universidad”.
Estas acciones preliminarmente contradictorias, explica el historiador, estarían vinculadas a “un historicismo alemán medio conservador, pero que en el contexto dialogaba mucho mejor con posiciones de izquierda que con posiciones de derecha o ultra liberales”.
También en el diálogo de su ámbito político y universitario, se inscribe su tendencia a la internacionalización y a la cooperación académica entre países e instituciones. Uno de los ejemplos es su rol en una misión que va a refundar el Instituto Pedagógico de Venezuela, a finales de la década de los ’30; un viaje a Cuba a corto tiempo de la Revolución, y su interés por “establecer relaciones internacionales de cooperación universitaria, con un esfuerzo por mandar gente becada a California, a Europa, para mejorar las formas en que se enseñaba”.
Texto: Francisca Palma