Vicerrectora Faride Zeran: «Chile merece una democracia de verdad y no a medias como la que hemos tenido»

Compartir
f170294-2-h

En el actual escenario de cambio constitucional luego del plebiscito del 25 de octubre, la vicerrectora y Premio Nacional de Periodismo enfatiza en la necesidad de que «el derecho a la información y a la comunicación se debe plantear como un derecho consagrado en la constitución». Asimismo, insiste, lo central es «escuchar y asumir que hay un país que habló a través de las urnas y cuya voluntad no puede ser traicionada».

Conmovida y emocionada. Así describió su sentir luego del proceso eleccionario del domingo 25 de octubre la vicerrectora de Extensión y Comunicaciones y Premio Nacional de Periodismo, Faride Zeran, refiriendo no solo el resultado de la votación, sino que también la cantidad de gente, y “como en las comunas más populares subió el porcentaje de gente que se movilizó para votar». Esto refleja “cómo los sectores más golpeados por todas las crisis que se arrastra, no solo desde la pandemia, fueron capaces de sacar a voz y de rearticularse desde una posibilidad democrática de poder cambiar la situación”.

Tras el plebiscito de entrada, señala la académica del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI), queda en evidencia que “este es un país que merece discutir y darse una constitución absolutamente democrática”, que considere la comunicación y el derecho a la información como un derecho constitucional. “Hay un porcentaje mínimo, una elite que no quiere escuchar, leer el Chile real, pero esa elite tiene medios, se informa a través de medios que insisten en un Chile que no es tal. Es un Chile que existe para un grupo muy acotado de la población, y eso me parece preocupante”, dijo.

¿Cuál es su primera reflexión con los resultados que vimos el domingo pasado en la mano?

Por un lado, me emociona, y por el otro lado, me preocupa -como ciudadana, como académica, como parte de esta comunidad pensante y reflexiva, comprometida con su país-, que no se esté a la altura, no se le escuche suficientemente. Me preocupa y espero que no exista traición a esa voluntad popular que se expresó de manera tan nítida en las urnas.

Algunos analistas hablan del fin de la transición con este nuevo paso hacia una nueva constitución. ¿Está de acuerdo con esa lectura?

Hay muchos debates al respecto, pero creo que lo más importante hoy día es asumir que este país requiere darse una constitución democrática absolutamente, y no parches de una constitución que emerge de las entrañas de la dictadura, más allá de las modificaciones que se hayan hecho posteriormente. Este es un país que merece discutir y darse una constitución absolutamente democrática. Es un país que merece una democracia de verdad y no a medias como la que hemos tenido durante todo este tiempo; es un país que merece tener instituciones sólidas en muchos aspectos y que merece tener derechos garantizados, que es el gran tema que está hoy día sobre la mesa.

Cuando la gente va a votar, cuando la gente se pronuncia en las urnas, es porque está pensando en un horizonte de futuro que le de derechos sociales que le han sido negados en estas décadas, y en ese sentido tal vez la transición efectivamente se acabó con esto; o terminará cuando tengamos una nueva constitución ya escrita, ya aprobada en ese plebiscito de salida. Hoy día lo central escuchar, asumir que hay un país que habló a través de las urnas y cuya voluntad, insisto, no puede ser traicionada.

¿A qué se refiere con la palabra traición?

La palabra traición tiene muchas connotaciones, pero no estoy hablando de la traición de los partidos políticos, estoy hablando de la traición a una voluntad que se ha manifestado nítidamente. Y lo digo porque también con fuerza aparece ese otro país, un país representado por una elite transversal que no ha sabido leer, no ha sabido conocer y no ha querido conocer, no ha querido empaparse con lo que es el Chile real.

Estaba releyendo esta encuesta que salió antes del domingo 25, sobre las percepciones de desigualdad en la elite chilena donde tú te das cuenta de lo absolutamente alejado que está el sector más acomodado del conjunto del país. Y el punto es que esta elite es la que está dictando normas. Esa elite es la que luego dice cuando elabora políticas públicas para enfrentar una pandemia, que en realidad no conocía los grados de hacinamiento, que no sabía los grados de desigualdad social, que no sabía que la gente tenía que salir a la calle para poder ganarse el pan día a día. Eso es inaceptable, eso es muy grave.

Por otra parte, también uno piensa y analiza dónde se informaba esa elite, y esa elite se informa por los grandes medios de comunicación, se informa por el duopolio, se informa por las grandes cadenas de televisión, que efectivamente tampoco está dando cuenta de un Chile real.

Por eso hablo por un lado con muchas esperanzas y expectativas, y por otro lado con preocupación, porque hay un porcentaje mínimo, una elite que no quiso, que no quiere escuchar, leer el Chile real; pero esa elite tiene medios, se informa a través de medios que insisten en un Chile que no es tal. Es un Chile que existe para un grupo muy acotado de la población, y eso me parece preocupante porque como periodista y como formadora de generaciones de periodistas, me preocupa muchísimo el rol de los medios de comunicación en toda esta etapa.

¿Qué abordaje debiese tener el proceso informativo del momento constituyente?, y ¿cómo debiese quedar plasmado este ámbito en la constitución?

Este es un tema muy delicado y no le compete solo a los periodistas. Cuando hablamos del derecho a la información, el derecho a la comunicación, no estamos hablando solamente del derecho de los periodistas a informar, estamos hablando del derecho de la ciudadanía de ser informada de manera veraz y oportunamente, de manera plural, con distintas visiones; y el gran tema en nuestro país en las últimas décadas es que efectivamente se consolidó una forma de hacer periodismo en términos generales. Hay excepciones, porque finalmente quienes han estado a la altura de las circunstancias son los medios independientes, son los medios que no tienen apoyo de ningún tipo. Son medios independientes, medios comunitarios, medios que con un gran esfuerzo investigan, como es el caso de CIPER.

Hay un tema político, hay un tema de complicidad. Acaban de denunciar una serie de reuniones que Piñera y la vocera de gobierno habría tenido con directores de medios de comunicación en La Moneda, en un reportaje de «La Voz de los que Sobran». Fueron llamados para pautear de qué manera tenían que informar el estallido social luego de octubre del 2019. Eso es muy grave, que los medios se dejen pautear y no denuncien ese tipo de presiones. Me parece que eso es un verdadero atentado a la libertad de expresión y al derecho a la información.

En un momento en que Chile se plantea con un horizonte de futuro, de cambios democráticos, el tema de la comunicación se debe plantear como un derecho consagrado en la constitución. Tienen que existir medios públicos. El tema de la información y del derecho a la comunicación también debe ser un tema de debate ciudadano; y hoy día, de debate político.

También muchos carteles y titulares hablaban del fin del legado pinochetista. ¿Qué opina de esta lectura?

El legado de Pinochet sigue estando presente en muchas áreas. Yo diría que lo que nos queda por delante es redemocratizar la sociedad chilena, las estructuras, las instituciones. Es un largo camino, y en ese sentido esta nueva constitución, esta conversación ciudadana en torno a esta carta fundamental, pasa a ser un primer paso.

Este gobierno ha sido acusado de violar los Derechos Humanos a partir de lo que ocurrió con el estallido. Eso es muy grave. Significa que uno de los elementos más brutales del legado de Pinochet tiene que ver con el respeto a los Derechos Humanos, y cuando vemos que a la primera éstos se violan, sabemos entonces que el pinochetismo sigue vivo en las estructuras sociales de nuestro país, y eso amerita un acuerdo, una conversación ciudadana. No solamente estoy hablando de la policía, estoy hablando en general, de qué pasa en la formación en Derechos Humanos en otros ámbitos.

También, creo que está ese miedo a debatir y a conversar. Nuestra democracia es muy precaria, muy pequeña, y en ese sentido la demanda que hoy se abre es dejar atrás un legado pinochetista que también es cultural, lo que significa abrir esas compuertas, abrir el debate, abrir las cabezas para conversar sin miedo; pero otras visiones, otros rostros, otras ideas sin temor, sin miedo a la libertad, sin temor a la democracia. Aquí nadie está planteando la instauración de una república socialista al estilo de la Unión Soviética ni mucho menos. Aquí se está planteando una democracia de verdad, un estado de bienestar a cargo de los derechos sociales que la gente está demandando.

¿Qué características deben tener quienes quieran representar a la ciudadanía en la Convención Constitucional?

Hay un tejido social que se está rearmando, hay que ver cuáles son los líderes que emergen de ese tejido. En medio de la pandemia, surgieron una serie de organizaciones en torno, por ejemplo, a las ollas comunes. Hay organización de base que se está estructurando con fuerza. Creo que hay que preguntar, no podemos producir este Chile que hoy día se intenta cambiar con las lógicas que se ha tenido siempre. En ese sentido, la gente tiene que elegir quien quiere que la represente.

Una de las cosas más nítidas que a mi juicio emerge del día domingo 25 con el plebiscito, es que la gente masivamente quiere un cambio, pero no quiere un cambio cosmético, quiere un cambio de modelo. Yo creo que lo que aquí está en juego es también la impugnación al neoliberalismo. Esa lógica tecnocrática que ha significado no solamente un correlato en términos económicos de empobrecimiento, de concentración de la riqueza, sino también tiene un correlato cultural, una forma de ver la vida de una manera más individual, centrada en el éxito y no en lo colectivo, no en el bien común. En ese sentido, realmente creo que quienes representen este sentir popular tienen que ser leales y fieles a esos mandatos.

¿Cuál debe ser el rol que deben tener tanto la U. de Chile como planteles estatales en lo que se viene?

Creo que la universidad pública debe cumplir un rol muy importante. De hecho, lo ha cumplido.  La Universidad de Chile ha estado efectivamente, ha sido una voz importante en el espacio público en todo el tema del debate constitucional, y no solo eso. Yo diría que en el último tiempo sus científicos, sus cientistas sociales, sus intelectuales, sus académicos, sus estudiantes, sus funcionarios y sus autoridades han estado permanentemente interactuando en el espacio público sin miedo al intercambio de ideas, con toda la pluralidad y diversidad que implica la U. de Chile.

Creo que la universidad pública no debe retrotraerse a su torre de marfil. Hoy día más que nunca está llamada a apoyar estos procesos democratizadores y apoyarlos a través de sus saberes, a través de sus disciplinas, a través de sus figuras. En ese sentido, yo creo que la Universidad de Chile y las universidades públicas como tal están llamadas sin duda a tener un rol en esto.

Yo diría que estamos en un punto de inflexión hoy día. Lo que se viene es otra cosa, es un cambio de modelo, es una sociedad que está exigiendo cambios más estructurales y en ese sentido creo que el rol de la universidad pública debe ser no asustarse con ello. No ese temor -entre comillas- a politizarse, a mancharse, porque eso no es politizarse o mancharse, sino que es el debate democrático en el cual la universidad debe estar a la atura de ese momento.

Más que nunca tenemos que arremangarnos las mangas y salir a trabajar y apoyar este proceso de construir todos un Chile mejor. Ha sido parte central de todo este modelo acabar con la universidad pública, con la educación pública, con la salud pública, por ello, evidentemente, también está en juego la sobrevivencia de la universidad pública.


Texto: Francisca Palma