18 de octubre: el recorrido de un proceso histórico

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Hoy a las 15:00 horas, la presidenta de la Convención Constitucional, Elisa Loncon, abrirá una nueva sesión del pleno con una importante e histórica misión: dar inicio al trabajo de redacción de la nueva Constitución que se presentará al país el próximo año. Este hecho ocurrirá justo a 2 años del comienzo de la revuelta social más importante que haya tenido Chile desde el retorno a la democracia. ¿Qué significado tiene este hito? y ¿Qué elementos convergen entre este proceso constituyente y la protesta social? Analizamos estas y otras interrogantes en UChile Constituyente.

El 6 de octubre de 2019 entró en vigor un alza de 30 pesos en la tarifa del Metro de Santiago. Muchos continuaron sus vidas, quizás no calculando el costo mensual del presupuesto que esto les podría significar: un alza más, un alza menos, no resultaría tan relevante. Pero a una gran mayoría sí le importó, sí le afectaba y ya estaba cansada de seguir aguantando alza tras alza en el costo de la vida. ¿Cuál fue la solución del Gobierno?, muy simple: si usted se levanta más temprano no le va a subir la tarifa, apelando al viejo refrán “A quién madruga Dios le ayuda”. El malestar social se incubaba y comenzaba a hervir como un volcán a punto de hacer erupción. Algo grande se venía.

Al día siguiente, el lunes 7 de octubre, un grupo de estudiantes —a quienes no se les había subido la tarifa— inició una serie de protestas en las estaciones de Metro, pero no de la forma clásica, sino que bajo una nueva consigna: evadir. Al comienzo, lo hicieron unos pocos, tímidamente, pero con convicción. Pero a ellos se fueron sumando más y más estudiantes con el paso de los días. El Gobierno seguía explicando los motivos del alza, pero agregaba que había productos a la baja: las flores. El magma del volcán empezaba, lentamente, a escaparse. Algo grande se venía.

Y fue el 18 de octubre de 2019 el día de la erupción. Durante esa jornada, las evasiones fueron masivas, pero ya con la rabia más incubada, con elementos de destrucción. Cerca del medio día, un televisor cayó a los rieles en la Estación República empujado por los manifestantes. Las estaciones cerraron, la gente comenzó a volver a sus casas a pie, tampoco había micros, y la Alameda se empezó a llenar de personas, todo tipo de personas, para marchar y protestar. El Gobierno insistía en que no se podían alterar las tarifas porque había contratos que cumplir. Pero a esa altura ya poco importaba.

Esa día también comenzó la violencia, estaciones destruidas, otras quemadas. El Gobierno invocó la Ley Interior de Seguridad del Estado, luego vendría el toque de queda y un largo camino de violencia, represión policial e inestabilidad social y política.

El mundo político —algo absorto— no supo muy bien cómo reaccionar ante una movilización social sin precedentes desde el retorno a la democracia. Eran muchas demandas, era un cuestionamiento integral a un modelo de desarrollo económico que —parecía ser— nadie se atrevía a cuestionar como lo estaba haciendo la gente. ¿Cuál podría ser la salida? La Constitución. Todos los caminos apuntaban a que una forma de destrabar los nudos era llevar adelante no una reforma (el año 2005 el Presidente Ricardo Lagos ya lo había hecho), sino que escribir una nueva. El gobierno del Presidente Piñera no lo tenía en agenda, pero tuvo que ceder.

Así se llega al acuerdo del 15 de noviembre que da inicio al actual proceso constituyente. Involucró un plebiscito de entrada (25 de octubre de 2020) que, producto de la pandemia, debió retrasarse, pero que en definitiva significó el triunfo de la opción Apruebo por un contundente 78,27 por ciento. Luego, se llevaría a cabo la elección de las y los 155 convencionales y el 4 de julio la instalación del organo constituyente. Ahora, el próximo 18 de octubre, a dos años de la revuelta, el proceso vivirá un nuevo hito: el inicio de la redacción de la nueva Constitución.

Análisis del histórico proceso

Los académicos de la Universidad de Chile Claudia Heiss, jefa de la carrera de Ciencia Política del Instituto de Asuntos Públicos, y Carlos Ruiz Encina, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales, analizan este proceso histórico aún en marcha: los simbolismos y los desafíos que vienen.

Respecto a lo simbólico y los significados asociados a que este 18 de octubre comience el debate constitucional, Heiss cree que este día se produce fruto de lo vivido hace dos años:

“Es simbólico que se inicie el trabajo sustantivo de la Convención a dos años del inicio de la revuelta, porque precisamente el proceso constituyente emanó de la revuelta social que permitió destrabar un sistema político que había sido tremendamente rígido —y que todavía lo es— y que ha dado la espalda, durante décadas, a las preferencias de la mayoría, que es lo que debiese expresar un sistema político democrático. Nuestro sistema político institucional ha estado plagado de herencias de la Dictadura y de mecanismos que han impedido la expresión de la voluntad mayoritaria, y fue la movilización social la que permitió destrabar eso. Fue la que forzó al sistema político a ofrecer este proceso constituyente y a abrir la decisión política a mecanismos más inclusivos, más representativos de lo que la ciudadanía quiere y de lo que ciudadanía es, porque también hay una dimensión de inclusión de grupos como las mujeres, los pueblos originarios que han estado, sistemáticamente, subrepresentados en el sistema político. El significado político y social es justamente el de vincular un proceso social que partió en las manifestaciones sociales y populares, en la calle, con un proceso político que fue una respuesta del sistema político que se está canalizando a través del proceso constituyente”.

Por su parte, el sociólogo Carlos Ruiz afirma que lo vivido hace dos años, y lo que se está viviendo hoy, es el desarrollo de un nuevo ciclo histórico para el país:

“Si bien era una rueda que venía caminando desde antes —2006 con la movilización de los pingüinos, el 2007 los subcontratistas— hace un tiempo que se venía con manifestaciones masivas de miles y algunos millones de personas. Pero lo que tiene el 18 de octubre es la coincidencia de todo: es el magma que reúne todo. Lo que se cifra desde el 18 de octubre en adelante, y que carga con un enorme simbolismo, es el hecho de que dos cosas se superpongan: el cierre de un ciclo histórico que podríamos cifrar, por lo menos, desde las últimas tres décadas, y el término de ese régimen político de la transición que se estableció. Porque de cualquier forma que resulte el proceso constituyente actual, va a ser una reforma política profunda, de eso no cabe duda. Hasta dónde o no, eso es difícil de especular, porque eso dependerá de los procesos que ocurran en la Convención, pero la transformación política que vamos a vivir será suficiente para señalar que aquí se está instalando un ciclo histórico nuevo. ¿En qué medida eso será capaz de transformar más o menos el modelo de desarrollo?, eso también está por verse, pero puedo asegurar —responsablemente— que las cosas no van a quedar como estaban, a nivel de modelo de desarrollo y de sistema político. Y eso tiene que ver con la revuelta popular más grande, por lo menos, de las tres últimas décadas”.

¿Es posible que el actual proceso constituyente logre cumplir las expectativas y dar respuesta a las demandas de la revuelta social? Claudia Heiss cree que de la mano del cambio constitucional debe venir un cambio político y de instituciones:

“El proceso constituyente canaliza una parte importante de las demandas que tienen que ver con instituciones muy rígidas, que han mantenido un modelo de Estado Subsidiario de modelo neoliberal que va a poder empezar a modificarse ahora a través del proceso político normal. El cambio constitucional no va a cambiar automáticamente el modelo, este deberá ir cambiando a través de programas políticos, políticas públicas que se dan en las elecciones, y eso requiere un sistema político mucho más robusto, una confianza mucho más grande de la ciudadanía en la representación política. Para eso necesitamos canales que sean más representativos, menos elitistas, menos oligárquicos. El proceso constituyente avanza en la dirección adecuada al incorporar sectores de la sociedad que han estado excluidos en la representación, pero este es el inicio de un camino y no la culminación”.

Ruiz, por su parte, afirma que este es aún un proceso abierto que puede pasar por nuevas crisis, como la propia historia lo ha demostrado:

“Es algo abierto, que los sectores que se movilizaron sientan que es cierta la posibilidad de institucionalizar sus demandas. Es decir, si son susceptibles de un procesamiento de tipo institucional a partir de una reforma de todo el sistema institucional que le dé lugar y cabida a la demanda de reconocimiento que hay aquí (…) La capacidad o no que tenga el proceso constituyente de canalizar ese proceso será la gran variable y que se debería medir en el plebiscito de salida. Ahora, en este escenario, habrá fuerzas reactivas que intentarán obstruir estas transformaciones de todo tipo: las culturales, políticas, sociales, económicos. Y no lo reduzcamos a sectores de la derecha, hay sectores de la propia Concertación que van a operar como resistencia. Este escenario deja las cosas abiertas a la posibilidad de que vivamos un período más prolongado de inestabilidad política, quizás una década, como fue la del 20 del siglo pasado, los locos años 20. En ese sentido, lo que se entiende como desmantelar el neoliberalismo, no creo que se sea un proceso corto. Los procesos históricos no son nunca lineales, son con avances y retrocesos. ¿Qué intensidad va a tener?, es difícil decirlo porque podemos llegar a tener crisis políticas muy serias”.

En torno a si es posible un resurgimiento de la protesta social, la académica del INAP, cree que pueden existir condiciones para ello, porque más allá de lo que se pueda responder en una Constitución es un proceso político el que tendrá que llevar a cabo estos cambios:

“Es probable que resurja la movilización social más allá de que se estén o no recogiendo las demandas. Es evidente que todas las demandas sociales no caben en un proceso constituyente y que la respuesta al estallido social vendrá de un proceso político en el futuro ciclo político que se inicie con la nueva Constitución, pero no van a haber soluciones inmediatas. El fin del confinamiento, la mejora de las condiciones sanitarias, probablemente, genere un espacio propicio para que aumente la movilización social. Ya estamos viendo que se está juntando gente en Plaza Italia y que está resurgiendo —de alguna forma— el estallido. No con la intensidad inicial, pero sí podemos tener protestas importantes, porque hoy el contexto es mucho más difícil en términos económicos. Antes era una demanda por lo que algunos llamaron la politización de la desigualdad, pero hoy el nivel de carencias es mayor, más apremiante, hay una situación económica más difícil, una situación económica que está aumentando, hay un contexto socio económico que será complejo y, por lo tanto, es probable que aumente la movilización social”:

Sobre el desarrollo del actual proceso constituyente, Carlos Ruiz cree que se ha avanzado, pero que hay que estar atentos, porque hoy la sociedad está más vigilante:

“Hay señales de avance, pero no permiten descuidare, sentarse, darse por satisfecho, sino que al contrario: está transcurriendo frente a una sociedad más activa, demandante, más informada y con capacidad de conversar entre sí, algo que había quedado al debe en la transición, en los 90, eso desapareció. El proceso constituyente, el Parlamento será permanente evaluado por la sociedad. Con todo, creo que el proceso va mucho mejor de lo que hubiésemos esperado, por la celeridad, la capacidad de construir acuerdos, por la capacidad de resistir una serie de desnaturalizaciones que se han presentado, sobre todo desde los medios de prensa, y lo serena que se ha podido mantener su Mesa Directiva”.


Víctor Hugo Moreno Soza, UChile Constituyente